Política

Etapas del porfiriato
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Políticamente en el porfiriato se contemplan tres etapas:

Primera etapa (1877-1890)

Se caracteriza más en construcción, pacificación, unificación, conciliación, negociación y represión. También buscó evitar la concentración de poder, que el pueblo eligiera a sus gobernantes y hasta sus jueces. Además efrentó problemas de gobernabilidad, ya que la constitución no favorecía al ejecutivo, considerando la igualdad de los individuos.

Segunda etapa (1888-1908)

Muestra un periodo centralista, autoritario y personalista, tanto de don Porfirio, como de los gobernadores de las entidades. basados en la filosofía positivista, pensaban en la aplicación del método científico para estudiar la sociedad y la solución de problemas.

Tercera etapa (1908-1911)

Se contempla que las crisis en el nacimiento del siglo XX afectaron la economía, la vida social y cultural y por consiguiente la política en este régimen.

Presenta ya, un régimen de políticos ancianos que querían seguir imponiendo su voluntad, y que después de las declaraciones de don Porfirio a James Creelman, periodista estadounidense, de que no participaría en las elecciones de 1910, ya que México estaba listo para entrar en democracia.

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Además fue un periodo de nuestra historia que se identifica con el general Porfirio Díaz, y que por lo mismo se llama frecuentemente Porfiriato, va del año de 1876, cuando Díaz triunfa con el Plan de Tuxtepec y se convierte por primera vez en presidente de la república en 1877, hasta el de 1911, cuando el general abandona el país y se exilia en Francia. Se trata de una época muy interesante y contradictoria. Por un lado, la nación por fin se pacificó y la gente se pudo poner a trabajar. Gracias a los capitales que llegaron de otros países, sobre todo de los Estados Unidos, Francia e Inglaterra, se desarrollaron muchas ramas de la economía. Se construyó un gran sistema ferrocarrilero, que tenía su centro en la ciudad de México y que comunicaba muchas de las más importantes ciudades. Al mismo tiempo, ese moderno medio de transportación alentó el desarrollo de la minería, que había sido el eje de la economía colonial y en la cual se habían fincado de nuevo grandes esperanzas. Al mismo tiempo se fundaron muchos bancos, algunos con oficinas en toda la república, como el Nacional de México y el de Londres y México, y otros de carácter regional o estatal, como el de San Luis Potosí, el de Zacatecas y el de Aguascalientes. Esos bancos, al favorecer el ahorro y el crédito, contribuyeron a modernizar la economía. Lo criticable, sin embargo, es que esos y otros muchos progresos se dieron junto con la degradación de la vida política y la burla de la voluntad de los ciudadanos. Don Porfirio y sus hombres se erigieron en los dueños del país y en los únicos intérpretes posibles de su voluntad. La vida democrática perdió su sustancia y se convirtió en una serie de formulismos sin ningún interés para los ciudadanos. A los cargos más importantes sólo tuvieron acceso los amigos e incondicionales del general Díaz. Él nombraba gobernadores de los estados, ministros para la Suprema Corte de Justicia, y diputados y senadores para el Congreso de la Unión.

Además, el desarrollo económico no resultó benéfico para todos. Al lado de los grandes magnates, que con la ayuda de los políticos creaban fábricas e inundaban los mercados de productos novedosos, estaban los trabajadores, que a cambio de jornadas de 12 o más horas al día recibían salarios miserables, con los que no podían dar a sus familias lo más indispensable ni educar a sus hijos. En el campo, la situación de los peones era tal vez peor. Las grandes haciendas acaparaban las mejores tierras y el agua. El trabajo de los campesinos muchas veces ni siquiera era pagado con dinero en efectivo, sino con raciones de maíz que apenas garantizaban su sobrevivencia.

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